Una parte esencial de su estilo fue la adopción de una pose de seducción sexual abierta, que Sandro dirigió hacia las mujeres, expresándolo en sus letras y ritmos, pero sobre todo en su voz y movimientos, obviamente derivado de Elvis Presley, pero que alcanzó una plena identidad personal. Este estilo sexual irreverente tuvo un efecto arrasador sobre las jóvenes latinoamericanas (donde curiosamente más incidencia tenía la prédica sexualmente restrictiva de la Iglesia Católica). Las fanáticas de Sandro (sus «nenas») llegaron a ser tan importantes como él mismo, devolviendo en sus presentaciones un clima de desenfreno y sexualidad, entre las que se volvió un clásico arrojar al escenario su ropa interior. Para la época, el mensaje de Sandro resultaba un revulsivo radical contra las normas morales establecidas sobre la virginidad de las mujeres y las relaciones prematrimoniales, férreamente establecidas en toda América Latina.
El tema "Te entregaste a mí" es un claro ejemplo de esas canciones eróticas. Pertenece al disco de 1986 "Sandro".
TE ENTREGASTE A MÍ
Quedaste desnuda fingiendo experiencia,
pero tu inocencia se podía entrever,
y te diste a mis brazos sin pedir clemencia,
o tenías conciencia de lo que ibas a hacer.
Y te entregaste a mí, y te entregaste a mí,
germinando con cada beso, floreciendo en cada abrazo,
y exigiendo en el proceso
de que cada movimiento de mi cuerpo
fuera un golpe que te abriera las entrañas
despejando la maraña, del camino de ser mujer.
Y te entregaste a mí, y te entregaste a mí
y a una loca cabalgata donde todo se desata.
Mis deseos y tus miedos, mi te quiero y tu no puedo,
yo a mi bestia sujetando, tú a tu historia traicionando,
a sabiendas vas dejando,
para siempre vas dejando tu niñez.
Y al quitar tu cuerpo del blanco desierto
de esa blanca cama que nos vio querer,
se quedó olvidada una rosa roja,
de sangre de niña, y de nueva mujer.
Y te entregaste a mí, y te entregaste a mí.
Y te
entregaste a mí, y te entregaste a mí.